Lo único que tengo en estos momentos es mi estúpido ego y el sólo hecho de saber que al día siguiente mis amigos vendrán a visitarme, cambiaría los lujos y demás cosas que en estos momentos me rodean por pasar el fin de año mis padres. Unas cuantas lágrimas brotan de mis ojos, siento un terrible vacío dentro de mí que me hace sentir tan patético, si los chicos del club me vieran no se lo creerían, el altivo, egocéntrico, pretencioso Atobe Keigo… llorando por no tener a sus padres.
Me levanté de la mesa y caminé hasta el jardín donde había un gigantesco árbol de navidad, un poco más pequeña que el que estaba adentro de la mansión, tan absorto estaba en mis pensamientos que no me di de cuenta de las personas que estaban en el jardín, hasta que la chillona voz de Gakuto, me sacó de ellos.
Estaba sorprendido, pues jamás imaginé que ellos, mis compañeros del club de tenis estuvieran ahí, en frente de mí, mirándome con una sonrisa, cosa que hizo estremecer algo dentro de mí. Lágrimas de felicidad querían brotar de mis ojos, pero aún así me contuve, sólo les regalé una sonrisa por lo cual ellos me contestaron con un “Feliz año nuevo, capitán”.
En el fondo no soy lo que aparento, sólo busco la tención de las personas, para remplazar el vació que mis padres dejan cada año. Te puedes sentir muy solo, pero en algún lugar siempre hay personas que están a tu lado y eso es algo que aprendí en este fin de año, más que amigos tengo hermanos que no me abandonan y que demuestran su cariño por mí.
—Aunque ustedes no estén a mi lado —susurró por lo bajo.
Fin